La deriva nihilista del paganismo moderno
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de MonterreyEn el presente artículo investigamos acerca del neopaganismo como una impronta cultural de las actuales sociedades occidentales. Relacionado estrechamente con la oposición al cristianismo, el neopaganismo se configura como una filosofía que, de manera consciente y radical, se muestra reacia a todo tipo de dualismo. En este orden de ideas, Dios y el mundo devienen dos niveles ontológicos distintos, separados e irreductibles. El objetivo principal del trabajo es el de demostrar que el neopaganismo constituye una forma de nihilismo, mediante un enfoque cualitativo propio de las ciencias humanas, y se servirá tanto del método fenomenológico hermenéutico como del análisis documental, puesto que busca profundizar en la ruptura con las tradiciones religiosas populares, para retornar a la vieja concepción sagrada del mundo como un lugar lleno de dioses, en el que no hay más exigencias morales que las que señale el hombre como centro de este esquema metafísico y antropológico neopagano. El principal resultado obtenido es la comprobación del nihilismo que encierra la propuesta neopagana en el orden religioso, moral, antropológico y político con una detallada caracterización del fenómeno y sus consecuencias relativistas en el pensamiento occidental.

			Para el neopaganismo -corriente de pensamiento que anula la trascendencia de lo sagrado- el dualismo

			

				

				'Ser pagano es situarse ante todo al margen del dualismo, al margen de la idea según la cual el universo está 'duplicado' por otro —el de la divinidad— y está gobernado por el antagonismo del Bien y del Mal absolutos, así como por un Dios 'moral'.
La brecha abierta por el dualismo hace que el mundo pase a ser una forma de realidad degradada (desacralizada) frente a la realidad plena de Dios. Al perder el carácter sacro que le atribuían las religiones paganas, el mundo se transforma en mero objeto -se cosifica-, y ello deja vía libre a su explotación por la técnica y por la razón instrumental. Y ahí reside el origen último de la modernidad: ésta no sería sino el resultado de la secularización del cristianismo […] El 'desencantamiento del mundo' operado por el judeocristianismo abriría el camino a la secularización y al ateísmo. Postura esta última que, como negación radical de todo lo divino, es en realidad una categoría mental propia del dualismo, tan metafísica como la creencia en Dios a la que se opone. 
			 
				 
				Agulló, '¿Qué religión para Europa?', 51. 
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			Olvida esta postura que el proyecto de hacer del hombre dueño y señor de la naturaleza surge, precisamente, en la Modernidad, cuando se pierde la visión cristiana del mundo. El cristianismo no cosifica la naturaleza, pues ve en ella la huella del Creador.

			

				

				Este tema está expuesto maravillosamente en el ensayo de Lawrence Dewan, titulado
Esta ruptura o quiebre ontológico, causado por el monoteísmo judeocristiano, es lo que el neopaganismo intenta superar,

			

				

				De Benoist,
El pensamiento pagano no ignora ninguna antinomia, pero las supera a todas en el interior de una concepción 'unitaria' del mundo y de la divinidad: el nacimiento de los contrarios en la unidad divina acaba con el dualismo […]: el principio de la unión de los contrarios y la definición de Dios como esta unión; el despliegue de Dios en el mundo y por consiguiente el despliegue de la contradicción de los contrarios, cuyo enfrentamiento necesario se reconoce como una de las manifestaciones de la Divinidad, y finalmente, la estructuración del espíritu humano sobre el mismo modelo.

			

				

				

					
Hay una cuestión de especial relevancia en este rechazo y superación del dualismo. Se podría pensar que nos hallamos ante una forma de panteísmo, según el cual Dios se identificaría con el cosmos, con la totalidad. Dios, en esta perspectiva, es la
Es verdad que esta división de la realidad está presente en el pensamiento clásico. Así, por ejemplo, en Platón encontramos que los dioses forman parte del cosmos, tanto los dioses que actúan de manera visible (los astros) como los dioses que se manifiestan cuando bien lo quieren (los dioses olímpicos).

			

				

				
A partir de aquí -es decir, de la unicidad perfecta de la realidad- obtenemos otro de los elementos configuradores del neopaganismo, a saber, 'el carácter eminentemente sagrado del universo'

			

				

				

					
¿Hasta dónde, pues, se puede seguir manteniendo que el ser pagano (tal y como se entiende en el neopaganismo) constituya una actitud religiosa? La religión implica, de manera necesaria, quiebre ontológico, ruptura de nivel. Y esto es, sin duda, dualismo. Sin trascendencia, sin ese Otro misterioso que se muestra, no hay religión. Incluso se podría sostener que el rechazo del dualismo -ese desnivel de realidad producido por la distinción entre lo sagrado y lo profano- conduce a la negación de la religión.

			La mentalidad pagana se sustenta sobre la base de que el mundo es sacro,
Además, el paganismo

			

				

				Usamos de manera intercambiable los términos 'paganismo' y 'neopaganismo' porque, como definimos en un trabajo anterior: 'un neopagano no es, en últimas, sino un pagano moderno'.
En definitiva, la mentalidad pagana lo que hace es reivindicar la concepción propia de las religiones naturales de los pueblos primitivos, según la cual cada hombre no tiene valor más allá de su simple consideración como eslabón de un clan.

			

				

				

					
Si lo único absoluto es la totalidad del universo en su unicidad, todo lo que no sea esa totalidad deviene relativo por derecho propio. En conclusión, el neopaganismo no es más solidario, sino más relativista: todos valen lo mismo porque, en último término, nadie tiene valor.

			Ahora bien, si ya no asumimos el carácter personal del hombre, entonces toda la ética se trastoca. En el ámbito específico de la reflexión moral, la concepción neopagana de lo divino, del mundo y del hombre conlleva una superación de todas las antinomias a través de las cuales ha querido entenderse y jerarquizarse la realidad -siempre según los neopaganos- en el contexto del monoteísmo judeocristiano. Y es que, en su concepción unitaria de la realidad, los neopaganos pueden decir que los contrarios, en realidad, no se excluyen, sino que se necesitan y que, en últimas, son iguales, puesto que todos proceden de la misma unidad divina.

			Esta idea es totalmente nietzscheana. Para el pensador alemán, los valores supuestamente más altos, en realidad, hunden sus raíces en pasiones y afectos que son
Cuando se trata de especificar los valores propios del paganismo, se enumeran generalmente rasgos tales como: una concepción eminentemente aristocrática del ser humano, una ética fundada sobre el honor (la 'vergüenza' más que el 'pecado'), una actitud heroica ante los inconvenientes de la existencia, la exaltación y sacralización del mundo, la belleza, el cuerpo, la fuerza y la salud, el rechazo de los 'paraísos' e 'infiernos', la inseparabilidad de la estética de la moral, etc. En esta óptica, el valor más alto es sin duda, no una justicia interpretada por lo esencial en términos de un aplastamiento igualitario, sino todo aquello que permite al hombre superarse a sí mismo; para el paganismo, considerar como injusto el resultado de la puesta en acción de aquello que forma la trama de la vida misma, es en efecto puro absurdo. En la ética pagana del honor, las antítesis clásicas: noble/bajo, valeroso/cobarde, honorable/ruin, bello/contrahecho, enfermedad/salud, etc., toman el puesto de las antítesis de la moral del pecado: bien-mal, humilde-insensato, sumiso-orgullo, débil-arrogante, modesto-desmesurado, etc. Por tanto, si todo esto nos parece exacto, el hecho fundamental a nuestros ojos reside en otra parte. En el rechazo puro y simple del dualismo. 
			 
				 
				De Benoist, '¿Cómo se puede ser pagano? I', 13. Como se puede apreciar, esta es la temática que desarrolla Nietzsche en La Genealogía de la moral, sobre todo en el tratado I (Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, intro., trad. y n. de Andrés Sánchez Pascual [Madrid: Alianza, 2009], 35-71). 
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			La primera antinomia en superarse es la de bien/mal, cuestión, por lo demás, que no debe despertar ningún ápice de sorpresa. Si lo único absoluto es la totalidad, mientras que todas sus partes son igualmente relativas, necesariamente nada es bueno o malo
Por consiguiente, el binomio bueno/malo, aunque no desaparezca del todo (sin este binomio no tiene ningún sentido intentar ponerle algo de orden a la vida práctica), sin embargo, no puede seguir siendo entendido ni vivido de acuerdo con los caracteres en que lo ha leído el pensamiento monoteísta, pues según este modelo allí se expresa una disimetría abismal e irreconciliable entre uno y otro. Por ello, este binomio debe ser sustituido por el binomio pagano noble/bajo, de la misma manera que la noción de pecado ha de ser trocada por la de vergüenza.

			

				

				
Aquí lo que vemos es un retorno de la ética heroica, superada por la filosofía platónica. De hecho, el héroe es el ejemplar paradigmático de esta actitud lúdica. El héroe es el nuevo
Es más, en buena lógica, lo sacro en el paganismo no puede ser juzgado, pues en cuanto totalidad sagrada no amerita redención alguna, ya que es portadora de su propia salvación. De este modo, la historia queda en manos de sí misma, se resuelve en el aquí, pues no hay un más allá; con ello, la única normatividad posible es la facticidad, lo que hay, sin posibilidad de vislumbrar un sentido, una meta, una razón.

		La tesis que hemos argumentado en este trabajo es que el neopaganismo constituye una forma y una manifestación del nihilismo. Entiéndase el nihilismo como un modo de ser en el mundo, y en tanto que tal, tiene serias implicaciones en la manera de orientar nuestra propia existencia. En ese sentido, el nihilismo no es inocente.

			Podemos decir que el nihilismo se cifra, en último término, en la afirmación, lisa y llana, de que no existen valores absolutos, permanentes, estables, que funjan como criterios incontrovertibles de nuestros juicios. De hecho, el nihilismo es, justamente, la negación de todo valor absoluto o, en otros términos, la negación del carácter absoluto de todos los valores que la tradición occidental ha tenido por tal: 'Nihilismo: falta la meta; falta la respuesta al '¿por qué?' ¿Qué significa nihilismo? -que los valores supremos se desvalorizan'.

			

				

				

					
Contra el positivismo, que se queda en el fenómeno 'solo hay hechos', yo diría, no, precisamente no hay hechos, solo interpretaciones. No podemos constatar ningún
Esto quiere decir, más radicalmente, que no hay lugar para ningún hecho, una realidad en sí, estable, firme. La 'cosa en sí', absoluta (lo incondicionado) ha periclitado. Ni la realidad 'fuera' del sujeto, ni el sujeto mismo, son 'en sí': se trata de construcciones (interpretaciones) interesadas, forjadas sobre la base de afectos que son humanos, demasiado humanos.

			Ahora bien, ¿qué consecuencia directa se sigue de la negación de un 'en sí'? Consideramos que lo fundamental reside en la imposibilidad de hallar una instancia crítica para emitir valoraciones de algún tipo. Pero, hay más. Negar la existencia de una realidad 'en sí', que tenga consistencia propia, es lo mismo que negar la existencia de la verdad. Nietzsche es tajante al identificar el fin de la 'cosa en sí' con el fin de la verdad:

			Que no hay verdad; que no hay constitución absoluta de las cosas, que no hay 'cosa en sí' -esto mismo es un nihilismo, y el más extremo. Coloca el valor de las cosas precisamente en que a ese valor no le corresponde ni le correspondió ninguna realidad, sino que es sólo un síntoma de fuerza por parte de quien instituye el valor, una simplificación con el fin de la vida.

			

				

				
Y si no existe la verdad, entonces la dicotomía verdad/error, apariencia/realidad, sueño/vigilia, desaparecen también. Es más, la verdad se resuelve en error, en apariencia, en ilusión y precisamente el nihilista es quien tiene la fuerza para admitir y asumir la apariencialidad, la mentira, el engaño:

			 ¿Qué es una
Cuando el nihilismo hace su entrada, desaparece el sentido de la existencia. De alguna manera, la vida nihilista es una suerte de experimentación continua sin un norte fijo, una exaltación del sentimiento de ebriedad por la vida tal y como se presenta, con la conciencia de que esa vida 'no debería ser': 'Un nihilista es el hombre que, respecto del mundo tal como es, juzga que no debería ser, y, respecto del mundo tal como debería ser, juzga que no existe'.

			

				

				
Hay un pasaje del
De ahí que cuando se elimina la trascendencia, lo inteligible, el mundo de la esencia perfecta, se elimina necesariamente la verdad. Ese es el sentido último de la expresión 'muerte de Dios',

			

				

				Una interesante explicación de lo que significa la expresión 'muerte de Dios' la encontramos en
Vemos claramente que la caída de la verdad, desemboca en la caída del bien. Si algo es bueno o no lo es, eso solo se puede decidir desde una instancia que sea verdadera, objetiva, que no sea, sólo, una interpretación. Hay que tener en cuenta, por lo demás, las expresiones que este autor usa para referirse a nuestra época: la época del 'triunfo del nihilismo'. Esto es importante tenerlo en cuenta. El nihilismo recorre nuestra cultura contemporánea, una cultura que desconfía de la razón, que no se atreve con la verdad (por eso ha sido denominada la cultura de la 'no-verdad' o 'posverdad'), que ha perdido, desde muchos puntos de vista, el deseo y la pasión por siquiera buscarla. Y, no obstante, la verdad siempre importa y quizá nunca ha importado tanto como en nuestros días en los que asistimos a

			la progresiva
El nihilismo, es decir, la pérdida de la verdad, la muerte de Dios -Dios como ese ámbito suprafísico que sustenta y hace posible los valores- 'significa la pérdida de la dimensión de la trascendencia, la anulación total de los valores relacionados con ésta, la pérdida de todos los ideales'.

			

				

				Reale,
En el parágrafo 125 de la Gaya ciencia -el estremecedor pasaje del loco que anuncia la muerte de Dios (el nihilismo)-, el loco mira a los hombres que no han sabido captar en toda su radicalidad lo que este anuncio trae consigo. Por eso ríen, se mofan. Por eso dice que
Pues bien, sobre esta plataforma teórica se mueve y se sostiene el neopaganismo. En efecto, la concepción unitaria de la realidad, el rechazo sin componendas del dualismo, termina destruyendo la posibilidad de encontrar, más allá de la totalidad, un sentido en las cosas, en el mundo, en Dios, en el hombre. Nada, excepto la totalidad, puede ser afirmado. Se pierde la noción de persona, y con ella, cualquier rastro de absoluto en la vida. Todo, pues, es relativo, caduco. Así podemos constatarlo en unas palabras surgidas del ambiente neopagano:

			Tomado en sí mismo, fuera de toda percepción o de toda representación humana, el universo es neutro, caótico, desprovisto de sentido. El mundo no oculta más que una cosa y es que no tiene nada que ocultar […] El sentido no aparece más que como el resultado de las representaciones e interpretaciones que el hombre puede darle. Hay un secreto del mundo, pero no un secreto en el mundo; un misterio de las cosas, pero no un misterio en las cosas. 
			 
				 
				De Benoist, '¿Cómo se puede ser pagano I?', 17. 
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			'No hay secreto en el mundo; no hay misterio en las cosas'. Estamos ante un mundo que no esconde nada, que no apunta a nada más allá de sí mismo. Por eso, podemos decir que el universo está desprovisto de sentido. El sentido es una interpretación que los hombres hacemos con fines vitales, como lo diría Nietzsche. Todo está sometido al caos y, además, es absolutamente neutral desde un punto de vista ético. No hay, pues, un absoluto, ni humano ni divino. Y es que si lo divino no es absoluto, ¿cómo lo seremos nosotros, simples hombres? La muerte de Dios deviene en muerte del hombre:

			Nihilismo, en fin: nada hay fuera de las interpretaciones. O si se prefiere una versión nietzscheana: 'Dios ha muerto'. Porque recordemos que Dios era esa unidad verdadera y buena, la aparición de la cosa sin atributos, de la cosa, digamos, anterior a cualquier juicio acerca de ella. De modo que 'Dios ha muerto' podía significar también 'El Hombre ha muerto', si se tiene en cuenta que, a partir de Kant, era la conciencia la que hacía aparecer la cosa en su unidad y su bondad, anterior a cualquier juicio.

			

				

				

					
Para el filósofo alemán, el nihilista,
Este mundo, que 'no contiene ningún misterio', no es suficiente para aquietar el corazón del hombre. No nos basta el mundo, las cosas tal y como aparecen. Oteamos, en las cosas, misterios insondables. Como bien lo sostiene el profesor Gambra: 'El hombre es como extranjero a las cosas de este mundo. A diferencia del animal que se aquieta y goza con plenitud de lo que le rodea, el humano vive en un constante trascender intelectual la realidad circundante y en un insaciable anhelo de algo que su mundo no puede ofrecerle'.

			

				

				

					
La negación de la realidad 'en sí' y la subsiguiente ausencia de la verdad, así como la imposibilidad de distinguir el bien del mal, tienen como consecuencia inmediata la constatación de que todo vale lo mismo (o que no hay nada que valga). De este modo, el nihilismo, neopagano o no, es el suelo nutricio o el
El paganismo era ante todo participación: en el mundo tal y como es, en la ciudad que se define ante todo como una asociación religiosa. A cada pueblo sus propios dioses. Un politeísmo de los valores, y el mundo como pluriverso. Se trata, en suma, de una visión trascendente de la realidad, pero de una trascendencia inmanente, orientada a estar en el mundo, no a salir del mundo o a prepararse para el otro mundo. 
			 
				 
				Agulló, '¿Qué religión para Europa?…', 51. 
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			En estas palabras late la negación de la trascendencia y la
En este punto se halla el
Todas las promesas incumplidas de las religiones parecían poder cumplirse por medio de una práctica política con fundamento científico. La caída de esa esperanza no pudo menos de traer consigo un enorme desencanto, que todavía no ha acabado de digerirse. Pienso que resulta muy posible que lleguen a nosotros nuevas formas de concepción marxista del mundo y de la vida. En lo que respecta a la primera forma, no ha quedado sino perplejidad. El fracaso del sistema único para la solución de los problemas humanos, fundamentado científicamente, no pudo menos de fomentar el nihilismo o, en todo caso, el relativismo total.

			

				

				

					
Y en una época de este calibre -neopagana y nihilista- ser cristiano se convierte en un reto, un desafío. Y no solo por la marcada y explícita oposición al cristianismo y el rechazo de la cosmovisión cristiana, sino por el relativismo que le es intrínseco. El cristiano sabe que,
Por ello sostiene Ratzinger que el relativismo, que se ha convertido, de hecho, en la filosofía dominante, es 'el problema central para la fe'. La cuestión es que el relativismo no se muestra como consecuencia de la resignación ante lo inconmensurable de la verdad, sino que se insinúa como el único modo de ser tolerantes, de que haya libertad y, por consiguiente, la condición de posibilidad de la democracia. La
La teoría de la relatividad formulada por Einstein, concierne como tal, al mundo físico. Pero a mí me parece que puede describir oportunamente también la situación del mundo espiritual de nuestro tiempo. La teoría de la relatividad afirma que, dentro del universo, no hay ningún sistema fijo de referencia. Cuando ponemos un sistema como punto de referencia y, partiendo de él, tratamos de medir el todo, en realidad se trata de una decisión nuestra, motivada por el hecho de que sólo así podemos llegar a algún resultado. Sin embargo, la decisión habría podido ser diferente de lo que fue. Lo que se ha dicho, a propósito del mundo físico, refleja también la segunda revolución copernicana en nuestra actitud fundamental hacia la realidad: la verdad como tal, lo absoluto, el verdadero punto de referencia del pensamiento ya no es visible. Por eso, tampoco desde el punto de vista espiritual hay ya un arriba y un abajo. En un mundo sin puntos fijos de referencia dejan de existir las direcciones. Lo que miramos como orientación no se basa en un criterio verdadero en sí mismo, sino en una decisión nuestra, últimamente en consideraciones de utilidad. En un contexto 'relativista' semejante, una ética teológica o consecuencialista se vuelve al final nihilista, aunque no lo perciba.

			

				

				

					
Ciertamente, realizar juicios de valor acerca del significado general de una época no deja de ser un asunto transido de complejidad. Siempre serán necesarios los matices a la hora de catalogar una cultura, en momento dado, como relativista o escéptica. Sin embargo, el abandono de los puntos de referencia que funjan como fundamentos sobre los cuales basar nuestros juicios y nuestras actuaciones es algo que aparece reiteradamente en los estudios y análisis éticos, políticos, sociales. De hecho, son bastante comunes las advertencias acerca de la necesidad de forjar el proyecto de una ética mundial que supere las lealtades locales propias de la cultura o de la patria.

			El profesor Jean Grondin, cuando analiza la deriva nihilista de la hermenéutica, fundada en el
La fórmula 'todo es asunto de interpretación' puede primeramente leerse en un sentido nietzscheano, el de un perspectivismo de la voluntad de poder […] En un contexto así, no hay ciertamente verdad, entendida como adecuación a la cosa […]. Lo que se considera verdad no es sino una perspectiva, entre otras, secretamente dictada por una voluntad de poder que busca imponerse. La dificultad de esta teoría perspectivista es que a ciencia cierta hay hechos, errores y aberraciones.

			

				

				

					
Si no hay verdad, solo tenemos perspectivas, maneras de ver las cosas, cosmovisiones

			¿Puede, acaso, negarse que la sensación de vacío domina por doquiera en el mundo contemporáneo? En el preciso instante en que para el pensamiento contemporáneo falla la confianza en la estructura racional del Universo y se reconoce a éste como absurdo, 'surge para el hombre contemporáneo el sentimiento de la angustia existencial, es decir, la vivencia de lo que es sin fundamento esencial, que igualmente podría no ser o ser de distinto modo'.

			

				

				Gambra,
No es cierto, pues, que el neopaganismo, a diferencia del monoteísmo judeocristiano, sea más solidario y más tolerante. El nihilismo no engendra solidaridad ni tolerancia, sino desigualdad e indiferencia. Tengamos en cuenta que la solidaridad no se reduce simplemente a dejar vivir al otro en paz. La solidaridad es un movimiento positivo hacia el otro, al que se busca afirmar y acoger, sin ningún otro motivo más que su valía, su dignidad. Pero esta moral -que fundamenta los derechos humanos y la democracia- es
Consecuentemente, suscribimos la tesis de que el nihilista y el neopagano
El Paganismo es una religión de júbilo y el Cristianismo una de tristeza […]; el pagano era (principalmente) alegre y más alegre a medida que se acercaba a la tierra pero triste y más triste a medida que se acercaba al cielo. La alegría del mejor paganismo […] es una alegría en torno a los hechos de la vida, no en torno a su origen. Para el pagano las pequeñas cosas son tan dulces como el arroyito que cae por la montaña; pero las cosas grandes son amargas como el mar. Cuando el pagano mira al corazón mismo del cosmos se queda helado. Detrás de los dioses que son simplemente déspotas, se sientan los hados, que son mortales. Aún más; los hados son peor que mortales; son muertos […] La alegría, que fue la pequeña publicidad del pagano, es el secreto gigantesco del Cristianismo.

			

				

				

					
En definitiva, podemos sostener sin ambages que el nihilismo no es inocente. Como bien lo ha señalado Reale, él es la raíz de todos los males del hombre de nuestros días, un hombre 'deteriorado espiritualmente'.

			

				

				Reale,
¿Cuáles son esos principios, esos valores que, ahora, han sido desvalorizados? G. Reale, al analizar los textos nietzscheanos, señala los siguientes: el Primer Principio, es decir, Dios; el fin último hacia el que todo se dirige, es decir, aquello que le otorga significado a la existencia; el ser, el bien y la verdad.

			

				

				
Enumerar las consecuencias que el nihilismo trae consigo es una tarea ingente, que excede con mucho los límites de este trabajo. 
			 
				 
				El profesor Reale resume todos estos males en diez. De todas formas, es preciso notar que el profesor Reale interpreta las circunstancias de nuestro mundo como el estado intermedio del nihilismo, es decir la situación en que se encuentra el hombre que, consciente de la declinación de los valores antiguos, pone su esperanza en otros valores, que ocupan el lugar que, en el ámbito de la trascendencia, ocupaban los antiguos valores. Estos valores —todos fugaces— son, en realidad, mentiras. 
			51 Pero, a modo de resumen, se pueden recordar otras palabras, sumamente dicientes, de Nietzsche:

			La concepción del mundo que se encuentra en el trasfondo de este libro es singularmente siniestra y desagradable: de los tipos de pesimismo que hasta ahora se han conocido, ninguno parece que haya alcanzado ese grado de malignidad. Aquí falta la contraposición entre un mundo verdadero y un mundo aparente: sólo hay un único mundo, y ése es falso, cruel, contradictorio, seductor, carente de sentido […] Un mundo así constituido es el mundo verdadero. 
			 
				 
				Nietzsche, Fragmentos póstumos…, 11 [415], 491. 
			52 
				

			Parece sorprendente que se diga que el neopaganismo, en tanto que nihilismo, es una invitación -una obligación- a luchar por este mundo, por esta vida, cuando lo único que sabemos es que este mundo -el único que existe, el verdadero mundo- no tiene sentido, y, por tanto, que no debería existir.

			Después de la 'muerte de Dios' hemos perdido los ideales verdaderos. Nos hemos visto obligados a forjar otros ideales -que no son ideales-, otros valores -que no son valores- algo que motive y mantenga nuestra ilusión: el dinero, el placer, el paraíso en la tierra del comunismo, el consumismo absurdo del capitalismo… Pero esos sí que son valores demasiado humanos; en ellos la trascendencia está ausente. ¿Son suficientes?

			En realidad, se trata de
Hace un tiempo, si a uno le convencían de algo, tenía que cambiar su modo de vida para adecuarlo a esa verdad aceptada e incorporada, porque teoría y praxis, o práctica, formaban un bloque compacto: alguien podría estar equivocado, pero era coherente con sus ideas. Hoy esta relación ya no es tan evidente: se admite que uno pueda mostrar unas ideas radicales acerca de la sociedad, y al mismo tiempo vivir lujosamente (cuando antes quizá habría tenido que hacerse revolucionario).

			

				

				

					
El neopaganismo transmuta los valores y propone otros, ciertamente. Son los valores aristocráticos de los que se espera que logren la 'hegemonía cultural'. Pero esos valores -el honor, la valentía, el coraje…- no convencen, no comprometen, aunque manifiesten muchas cosas interesantes. Al carecer de bases, les falta fuerza. Por eso no comprometen, porque se trata de simples acomodaciones al sentir de los tiempos, valores que el viento de la historia dejará atrás.

			Así pues, hemos visto que el neopaganismo sostiene que el monoteísmo es violento, que anula las diferencias. Y, no obstante, en el fondo de esos nuevos valores aristocráticos late de manera clara la defensa acérrima del etnocentrismo (europeo occidental), escondido en el supuesto derecho que tendría cada cultura de proteger su identidad. Lo único que interesa es que Europa, lo propio, lo mío, lo cercano, resurja de las cenizas, que luche por la grandeza que, supuestamente, ha perdido; que se levante de su postración. Esa solidaridad y respeto de toda cultura de la que se habla se resume en la necesidad del hermetismo, de cerrar fronteras con la finalidad de evitar
Los valores aristocráticos del neopaganismo son tan
Nosotros tenemos dioses de rostro humano, hechos a sí mismos, pero con la mirada puesta en los anhelos del hombre. Son dioses amables, siempre y cuando les guardemos respeto y reverencia, y lo son e imperan sobre aspectos concretos del existir que mucha felicidad pueden obsequiarnos tanto en este mundo como en el más allá. Son dioses accesibles, que nos escuchan, nos ven y nos comprenden porque se ocupan de los mismos asuntos que los mortales.

			

				

				

					
Ahora bien, ¿es esto cierto? Los dioses del paganismo, con preocupaciones iguales a las nuestras, no hacen que lo divino esté más cerca, porque, en ellos, lo divino se diluye; lo que encontramos, a lo sumo, es una serie de cualidades humanas un tanto sublimadas. Son demasiado humanos para darle sentido a la vida de los mismos humanos. Es más, como los humanos, están sometidos a una fuerza superior, al
Por lo demás, si lo buscado en Dios es que sea cercano, amable y preocupado por los asuntos humanos, entonces el Dios cristiano no tiene nada que envidiar. Un Dios que, sin dejar de ser Dios, sale al encuentro del hombre, porque lo ama, no puede ser considerado como Alguien indiferente a nuestra suerte.

			En
El derrumbe del cristianismo es más que el desplome de una religión o de una tradición. El cristianismo es la apuesta por un modelo de hombre que es
Sin duda, la humanidad sin el cristianismo evoca una perspectiva desalentadora. Como hemos visto, el prontuario de la humanidad con el cristianismo es bastante lamentable […] El cristianismo no ha logrado que el hombre se sintiera seguro, feliz, ni siquiera digno. Pero aporta una esperanza. Es un agente civilizador. Ayuda a enjaular a la bestia. Ofrece fogonazos de libertad real, sugerencias de una existencia serena y razonable […] En la última generación, cuando el cristianismo público estuvo en plena retirada, hemos tenido nuestra primera y lejana visión de un mundo descristianizado; esa visión no es alentadora […] Somos menos bajos e innobles en virtud del ejemplo divino y a causa del deseo por la forma de la apoteosis que ofrece el cristianismo. En la doble personalidad de Cristo se nos brinda una imagen perfeccionada de nosotros mismos, un regulador eterno de nuestro esfuerzo.

			

				

				

					
Seguramente sea cierto que la historia del mundo con el cristianismo no ha sido la mejor. Pero no podemos imaginar lo que hubiese sido esa historia sin la savia que brota de las entrañas cristianas. Quizá nuestra época neopagana nos lo enseñe y, entonces, sólo entonces, comprendamos lo que hemos perdido.

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Yepes Stork, Ricardo. . Pamplona: Eunsa, 1996.
'Ser pagano es situarse ante todo al margen del dualismo, al margen de la idea según la cual el universo está 'duplicado' por otro —el de la divinidad— y está gobernado por el antagonismo del Bien y del Mal absolutos, así como por un Dios 'moral'. Agulló, Rodrigo. “¿Qué religión para Europa? La polémica del neopaganismo”. En Jesús J. Sebastián , vol. I, , núm. 82, 49-60. Rodrigo Agulló, '¿Qué religión para Europa? La polémica del neopaganismo', en

					De Benoist, Alain . París: Albin Michel, 1981.Alain de Benoist,
Agulló, '¿Qué religión para Europa?', 51.

			Este tema está expuesto maravillosamente en el ensayo de Lawrence Dewan, titulado
No olvidemos que, de acuerdo con la primera regla del método de Descartes, las cosas son verdaderas porque 'yo' las conozco evidentemente como tales. En el pensamiento cristiano, las cosas son verdaderas, en último término, porque Dios las conoce.

			De Benoist,

					De Benoist, Alain y Guillaume Fayé. . Barcelona: Ediciones de Nuevo Arte Thor, 1986. Alain de Benoist y Guillaume Faye,
De Benoist,

					Veyne, P. “El Imperio Romano”, en Brown, P. et al. , tomo I. Madrid: Taurus, 1987. Paul Veyne, 'El Imperio Romano', en Philippe Aries y Georges Duby,

					De Benoist, Alain , ¿Cómo se puede ser pagano? I. Revista Elementos. Revista de metapolítica para una civilización europea, pp. 3-20. El debate sobre el paganismo de la nueva derecha (vol. I). Director Jesús J. Sebastián. Disponible en . Alain de Benoist, '¿Cómo se puede ser pagano? I', en

					Colomer Ferrándiz, Fernando. “La propuesta pagana”, , (1991/1): 110. Fernando Colomer Ferrándiz, 'La propuesta pagana',
De Benoist,

					Eliade, Mircea. . Trad. Luis Gil. Madrid: Guadarrama, 1981. Mircea Eliade,
De Benoist,
Usamos de manera intercambiable los términos 'paganismo' y 'neopaganismo' porque, como definimos en un trabajo anterior: 'un neopagano no es, en últimas, sino un pagano moderno'.

					Duch, Luis. . Monserrat, Publicaciones de l’Abadía de Monserrat, 1974.Luis Duch,
De Benoist, '¿Cómo se puede ser pagano? I', 13. Como se puede apreciar, esta es la temática que desarrolla Nietzsche en La Genealogía de la moral, sobre todo en el tratado I (Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, intro., trad. y n. de Andrés Sánchez Pascual [Madrid: Alianza, 2009], 35-71).

			De Benoist,

					Nietzsche, Friedrich. , volumen IV (1885-1889), edición española dirigida por Diego Sánchez Meca, traducción, introducción y notas de Juan Luis Vermal y Joan B. Llinares. Madrid: Tecnos, 2006. Friedrich Nietzsche, Fragmentos póstumos, volumen IV (1885-1889), trad., intro. y n. de Juan Luis Vermal y Joan B. Llinares (Madrid: Tecnos, 2006), 9 [35], 241.

			

					Platón. . Madrid: Gredos, 2014.Platón,

					Platón. . Madrid: Gredos , 2014.Platón.
Una interesante explicación de lo que significa la expresión 'muerte de Dios' la encontramos en Reale, Giovanni. . Barcelona: Herder , 2000.Giovanni Reale,
Esta es la interpretación que también hace Martin Heidegger de la expresión 'Dios ha muerto': 'los nombres Dios y dios cristiano se usan en el pensamiento de Nietzsche para designar al mundo suprasensible en general. Dios es el nombre para el ámbito de las ideas y los ideales'. Heidegger, Martin. . Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte. Madrid: Alianza, 2010.Martin Heidegger,

					García Baró, Miguel. . Salamanca: Sígueme, 2009. Miguel García Baró,

					Flamarique, Lourdes, y Sara Carbonell. “Por qué importa todavía la verdad”. , Lourdes Flamarique y Sara Carbonell (eds.). Madrid: Encuentro , 2019.Lourdes Flamarique y Sara Carbonell, 'Por qué importa todavía la verdad', en Lourdes Flamarique y Sara Carbonell (eds.),
Reale,
Nietzsche, Fragmentos póstumos…, 5 [71], 169.

			De Benoist, '¿Cómo se puede ser pagano I?', 17.

			

					Scavino, Dardo. , Barcelona: Paidós, 1999.Dardo Scavino,

					Vattimo, Gianni. “Los dos sentidos del nihilismo en Nietzsche”. . Barcelona: Paidós , 2002.Gianni Vattimo, 'Los dos sentidos del nihilismo en Nietzsche', en

					Gambra, Rafael. . Madrid: Ciudadela Libros, 2007. Rafael Gambra,
Agulló, '¿Qué religión para Europa?…', 51.

			

					Ratzinger, Joseph. . 4 ed. Salamanca: Sígueme , 2005.Joseph Ratzinger,

					Ratzinger, Joseph, . Madrid: Encuentro , 2008. Joseph Ratzinger,

					Grondin, Jean. , trad. Antoni Martínez Riu. Barcelona: Herder, 2008. Jean Grondin,
Gambra,

					Chesterton, G. K. . México: Porrúa, 1998.G. K. Chesterton,
Reale,
El profesor Reale resume todos estos males en diez. De todas formas, es preciso notar que el profesor Reale interpreta las circunstancias de nuestro mundo como el estado intermedio del nihilismo, es decir la situación en que se encuentra el hombre que, consciente de la declinación de los valores antiguos, pone su esperanza en otros valores, que ocupan el lugar que, en el ámbito de la trascendencia, ocupaban los antiguos valores. Estos valores —todos fugaces— son, en realidad, mentiras.

			Nietzsche, Fragmentos póstumos…, 11 [415], 491.

			

					Yepes Stork, Ricardo. . Pamplona: Eunsa, 1996.Ricardo Yepes Stork,

					Pascual, José Vicente. “El paganismo: religión de la vida terrenal”, en Sebastián, Jesús J. (Dir.), vol. I, , núm. 82, 76-78.José Vicente Pascual, 'El paganismo: religión de la vida terrenal', en

					Dostoievski, Fiodor vol. II. Traducción Luis Abollado, prólogo de Jorge Luis Borges, Jorge Luis Borges Biblioteca Personal (Barcelona: Ediciones Orbis, 1987), 327-328. Fiodor Dostoievski,

					Johnson, Paul. , traducción de Aníbal Leal y Fernando Mateo. Barcelona: Zeta, 2010.Paul Johnson,