Civilización y reforma a la escuela campesina chilena: aproximaciones a partir de la obra de Amanda Labarca (1934-1936)
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de MonterreyLa contribución de Amanda Labarca en la historia educativa, social y política del país ha sido investigada desde distintas perspectivas. Sin embargo, escasos trabajos han abordado la visión de esta profesora e intelectual respecto a la necesidad de reformar la educación rural. Por ello, este artículo tiene como objetivo analizar la propuesta de Labarca para la educación de la población campesina, desarrollada durante la década de 1930, bajo la perspectiva de la pedagogía ruralista. Planteamos que Labarca es parte de un grupo de educadores ruralistas que promovieron el diseño e implementación de acciones específicas para el medio campesino. Para evidenciar el carácter ruralista de la propuesta de Labarca analizamos principalmente fuentes históricas de tipo documental, como las
Una escuela de fundo es, en verdad, un mirador excepcional [...] Construida al borde del abismo de incultura que aparta en nuestro país la clase de los terratenientes de las de los trabajadores agrarios, este mirador domina -como ningún otro- los dos lados del problema social de mayor importancia que tiene hoy que resolver el país: la incorporación de las masas incultas a la vida republicana, cuyo orden y progreso necesitan de un alto grado de civilización colectiva.

			

				

				

					
Con estas palabras, a finales de 1919 y en el contexto de la discusión sobre la aprobación de la Ley de Educación Primaria Obligatoria, Amanda Labarca ilustró uno de los grandes problemas que afectaba, desde su perspectiva, a la población campesina chilena: la incivilización. Para la destacada educadora chilena, la expansión del proceso de escolarización a lo largo y ancho del territorio nacional era crucial para alcanzar el progreso como república. La falta de escuelas en los campos no solamente significaba la persistencia de los altos niveles de analfabetismo entre las familias campesinas -bloqueando el acceso a la cultura letrada-, sino también la proliferación de vicios y de prácticas poco higiénicas e inmorales. Parte de estos planteamientos, inicialmente expuestos a través de una columna publicada en
La contribución de Amanda Labarca en la historia educativa, social y política del país ha sido investigada desde distintas perspectivas. Sin embargo, escasos trabajos han abordado la visión de esta profesora e intelectual respecto a la necesidad de reformar la educación rural. Por ello, este artículo tiene como objetivo analizar la propuesta de Labarca para la educación de la población campesina, desarrollada durante la década de 1930, bajo la perspectiva de la pedagogía ruralista.

			El concepto de 'pedagogía ruralista' -o ruralismo pedagógico- alude al conjunto de ideologías, representaciones imaginarias y políticas sobre la vida rural que nutrió el desarrollo de las políticas educativas dirigidas a las zonas rurales desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La base de estas políticas fue un conjunto de consideraciones orientadas a reformular el rol de la escuela en las zonas rurales y el papel del campo a nivel nacional. El ruralismo pedagógico motivó la puesta en marcha de 'programas e instituciones especialmente pensadas para el campo'

			

				

				

					
Planteamos que Labarca fue parte de un grupo de educadores ruralistas -entre quienes se encuentran Gabriela Mistral, Manuel Martínez, Alberto Méndez Bravo, Virginia Bravo Letelier y Fernando Santiván- que promovieron el diseño e implementación de acciones específicas para el medio campesino.

			Para evidenciar el carácter ruralista de la propuesta de Labarca analizamos principalmente fuentes históricas de tipo documental, como las
El presente artículo está estructurado en cuatro secciones. En primer lugar, describiremos los planteamientos de Labarca respecto a la cuestión campesina. En segundo lugar, analizaremos el papel que jugó en el proceso de configuración de una política educativa para las escuelas rurales durante el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932-1938). Posteriormente, estudiaremos la propuesta de Labarca de considerar los casos mexicano y estadounidense como países de referencia en la implementación de una política específica para la población campesina. Finalmente, ofreceremos algunas conclusiones en torno a la propuesta de Labarca y su incorporación en la política educativa de los gobiernos radicales.

			El período histórico en que Labarca jugó un rol fundamental en la educación chilena, desde distintos espacios y posiciones, puede caracterizarse como una etapa de ascenso simbólico y material de los sectores medios a los espacios de poder político y al Estado.

			

				

				

					
Frente a este panorama, durante la década de 1920 se vivió un intenso proceso reformista, en el que se reivindicó al Estado como guía de los procesos de solución de problemas públicos. La aprobación de la Ley de Educación Primaria Obligatoria en agosto de 1920 y la aplicación de sucesivas reformas educativas hacia finales de la década marcaron hitos reformistas en el ámbito educativo

			

				

				

					
Amanda Labarca creció en el seno de una familia perteneciente a la incipiente clase media del país. Cursó estudios secundarios en establecimientos educativos privados, en un contexto de escasa oferta de matrículas en los liceos femeninos.

			

				

				

					
Durante esta época, Labarca participó activamente en la Asociación de Educación Nacional (AEN),

			

				

				La Asociación de Educación Nacional fue una organización que reunió a educadores y profesionales interesados en promover reformas al sistema educativo. Inspiró su quehacer la
En 1910 emigró a Estados Unidos para continuar estudios doctorales en el Teachers College de la Universidad de Columbia. En ese entonces, en Chile solamente tres de cada diez personas que habitaban las zonas rurales sabían leer.

			

				

				

					
Los problemas que afectaban a la educación rural eran múltiples y diversos: de carácter estructural, como la falta de escuelas o la existencia de edificios escolares precarios e inadecuados; de tipo social, como la pobreza campesina y la baja valoración de la educación por parte de las familias de sectores populares; y pedagógicos, por la escasa preparación del profesorado.

			

				

				

					
Para Labarca, la obligatoriedad de la educación primaria era parte de las estrategias necesarias para civilizar a los sectores populares. En un texto publicado en octubre de 1919 en
Entre cuatro murallas de tierra parda, comen, duermen y habitan confundidos los padres, los hijos y hasta los animales domésticos; por todo lecho, unos pellones o unas mantas; por toda vajilla, unos tarros inmundos; el aseo personal es imposible, porque el único vestido que se tiene es el que se lleva puesto y que no se reemplazará hasta que, caído en jirones, la elemental decencia obligue a buscarse otro con qué cubrir la desnudez; el hurto de las aves, de las frutas, de las cosechas, viene a llenar una necesidad de hambre; distracciones sanas no existen: el único solaz, el único olvido, el único asomo de dicha pasajera lo proporciona la embriaguez pesada y brutal del alcohol. 
			 
				 
				Labarca, 'Desde otro mirador', 198. 
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				Labarca sostenía que en países como Estados Unidos, Francia e Inglaterra, la situación de los trabajadores agrarios era similar, en algunos rasgos, al caso nacional, a excepción de uno: en aquellos países, la clase pobre 'está dentro de la vida civilizada. En sus hábitos, en sus costumbres, en su manera de vivir, son unos con la clase culta'. Esto era resultado del 'esfuerzo combinado y colectivo de las clases trabajadoras, de los gobiernos, las instituciones y los particulares' para implementar leyes de instrucción obligatoria y de protección a los obreros, a las mujeres y a los niños. En el caso chileno, el factor que dividía a la clase trabajadora campesina y la clase alta no era el dinero, sino el profundo abismo que existía entre la barbarie del pueblo y las personas civilizadas y cultas. Para la educadora, la clase dirigente chilena, 'en cien años que lleva gobernando el país, no ha podido o no ha querido incorporarlo a la civilización'.

			

				

				
Cuando uno oye a hombres de posición e influencias indignarse ante los vicios del pueblo, uno se siente tentado a preguntar a quienes así lo increpan: ¿qué ha hecho usted, dueño de fundo, hombre de fortuna, de cultura y de prestigio; qué ha hecho usted por mejorar la suerte del pueblo, por incorporarlo a la vida civilizada, por ahorrar a su patria días de rencores y de violentas reivindicaciones?

			

				

				
Para Labarca, la falta de educación y de cultura en los sectores populares constituía una situación peligrosa: era la raíz de la división de la sociedad y el conflicto entre las clases sociales. De ahí su llamado a las clases dirigentes a actuar. La clase culta debía realizar importantes esfuerzos por expandir el proceso de escolarización a las familias campesinas y, así, evitar que los niños campesinos incrementaran 'el número de las huestes analfabetas' que seguirían posteriormente 'la misma existencia de barbarie de los padres' o que llegarían 'hasta las ciudades a engrosar las filas de los proletarios agriados y descontentos, de los sembradores de la anarquía y el odio'.

			

				

				
En los años que siguieron a la aprobación e implementación de la Ley de Educación Primaria Obligatoria, Labarca se concentró en su trabajo como académica de la Universidad de Chile. Posteriormente, durante la dictadura liderada por el militar Carlos Ibáñez del Campo, Labarca y su esposo debieron abandonar nuevamente el país, estableciéndose en Estados Unidos. Desde allí Labarca continuó haciendo un llamado a las autoridades a tomar medidas efectivas contra el analfabetismo y la incivilización de los sectores populares, criticando las prioridades que tenía la clase gobernante. Así lo señaló en un texto publicado en la revista
Sin riqueza, el progreso se dificulta; las escuelas escasean, los niños han de unirse al trabajo prematuramente. Se perpetúa la incultura. La mortalidad infantil llega a cifras que son una vergüenza ante la faz del mundo. No nos preocupa. Lo accesorio nos importa más que lo indispensable. Hermoseamos algunas calles céntricas; edificamos palacios suntuosos, rascacielos imponentes. Al lado de ellos, continúa la miseria, el desaseo, la ignorancia, las epidemias, la muerte. No apreciamos la vida ajena. No salimos de esta situación de pueblo semi-civilizado.

			

				

				

					
Cuando el matrimonio Labarca regresó en 1931 a Chile, Amanda asumió como Directora de Educación Secundaria durante el breve gobierno del radical Juan Esteban Montero.

			

				

				

					
Labarca elaboró las guías didácticas en un contexto favorable para la educación primaria rural chilena. Desde finales de la década de 1920, distintas políticas fueron implementadas en este ámbito: la fundación de las escuelas normales rurales en 1929; el establecimiento de disposiciones específicas para las escuelas rurales, complementarias al Reglamento General de Escuelas Primarias, en 1930 y la creación de la Sección de Educación Rural en el Ministerio de Educación Pública en 1932. Todas estas iniciativas contribuían al proyecto de crear una 'escuela verdaderamente rural',

			

				

				

					
En el diseño de estas guías Labarca incorporó sus saberes pedagógicos vinculados a la pedagogía progresista, además de las experiencias reformistas de otros países. Al respecto, en la carta enviada al ministro de Educación Pública, para hacerle llegar las guías didácticas, la educadora señaló:

				Al preparar estos capítulos, he cuidado atentamente de que no se aparten de los derroteros señalados, tanto en los nuevos programas, como en los anteriores de 1928 y 1932, y en las instrucciones impartidas por la Dirección General del Servicio. Las innovaciones se afianzan así, en ideales, actitudes y conocimientos familiares ya a los maestros progresistas. Me he esmerado, además, en emplear un lenguaje no técnico al alcance aún de los maestros que no han renovado en estos últimos años su preparación.

			

				

				

					
Seis guías didácticas formaban parte del plan curricular. La primera de ellas trataba sobre los objetivos de la educación primaria rural. Para alinear su propuesta ruralista con las orientaciones educativas del período, Labarca citó en esta primera guía algunos documentos oficiales publicados desde finales de la década de 1920, como el decreto n.° 7.500, motor de la reforma educativa impulsada por la Asociación General de Profesores (AGP) entre diciembre de 1927 y agosto de 1928.

			

				

				

					
Así, Labarca leyó el decreto 7.500 bajo sus propios términos -que, en varios aspectos, se alejaba a las ideas compartidas por los miembros de la AGP-. Proponía que 'el desarrollo integral del individuo' no era solo el fin de la educación, 'sino el de la cultura entera, puesto que el resultado de la evolución civilizadora es ir desarrollando más y más todas y cada una de las posibilidades espirituales del hombre'.

			

				

				
El grado de cultura que el país ha asimilado oscila desde una inferioridad primitiva hasta un tipo de hábitos y desarrollo mental muy semejante a las clases refinadas de Europa; desde las supersticiones más groseras hasta un depurado catolicismo; desde el requerimiento de machis y adivinas para el diagnóstico de enfermedades hasta los conceptos médicos más modernos.

			

				

				
Labarca creía que en esta disparidad, como explicamos anteriormente, no era relevante el dinero, planteando que 'la riqueza no implica siempre mayor cultura'. La disparidad se generaba, 'de modo decisivo', por 'el alejamiento de los centros poblados. Mientras más distante se hallan el campesino, el pescador o el montañés, menos irradiación perciben del bienestar que es hijo de la civilización'.

			

				

				
En este escenario, las finalidades establecidas por la educadora se relacionaban en primer lugar con la conservación y mejoramiento de la salud y vigor físico de los alumnos. Labarca sostenía que las escuelas rurales debían crear hábitos de vida higiénica, dado que 'es imposible realizar cualquier obra escolar si los colegiales son raquíticos, enfermizos, si sus condiciones físicas no son normales'.

			

				

				
Además, Labarca proponía que la escuela rural debía capacitar a los niños a adquirir, usar y perfeccionar los 'instrumentos elementales de cultura (lectura, escritura, aritmética)',

			

				

				
Entre las otras finalidades de la escuela rural planteadas por Labarca se encontraban las siguientes: familiarizar a los niños con los seres, las cosas y los fenómenos de la naturaleza circundante; ponerlos en condición de comprender las tradiciones, costumbres e historias del medio social; fomentar hábitos de trabajo honrado; desarrollar virtudes que signifiquen un mejoramiento de la raza; y enseñarles a aprovechar debidamente el tiempo libre.

				La segunda guía didáctica se relacionaba con la organización didáctica. Específicamente, con la creación de un ambiente escolar propicio para el aprendizaje, la importancia de la psicología del niño escolar y la organización de las materias. Para Labarca, la escuela debía ser un espacio agradable para el estudiantado, que lo animara a asistir. En este esfuerzo, el rol del maestro era fundamental, al convertirse en un apóstol laico de la civilización, como un ejemplo de moral.

				Por su parte, la tercera guía didáctica trataba sobre la conservación de la salud y la adquisición de hábitos. 'El problema que se presenta al maestro en materia de educación sanitaria', planteaba Labarca, 'es muy similar al de moral', ya que en ambas 'el maestro campesino debe luchar contra innúmeros conceptos semi-primitivos, algunos en completa contradicción con la ética superior con la higiene científica'.

			

				

				
En tanto, la cuarta guía profundizaba en aquellas materias relacionadas con la interpretación del medio social. Es decir, historia, geografía y educación cívica. Labarca también proponía enseñar estos contenidos a partir de la metodología de proyectos, entregando ejemplos para su aplicación. Es interesante destacar el rol moralizador que atribuía Labarca a la enseñanza de estas disciplinas, en particular, a la historia y la educación cívica. Por ejemplo, respecto a la primera, la educadora consideraba que el 'culto a lo heroico, a lo extraordinario, es una de las palancas más activas de la educación moral',

			

				

				
En la misma línea, la quinta guía trataba sobre el estudio de la naturaleza, también bajo la metodología de proyectos. Según Labarca, gracias a la enseñanza de los contenidos de este ámbito disciplinar, los maestros podían despertar en los niños no sólo 'sentimientos de amor y admiración' hacia las maravillas de la naturaleza, sino también de 'comprensión y gratitud [...] hacia la tierra y hacia la prodigalidad que brinda cuando se la cultiva con esmero'

			

				

				
Finalmente, la sexta guía versaba sobre la enseñanza del idioma patrio, lectura y escritura en el 1° grado. Según Labarca, los contenidos que formaban parte de esta guía están relacionados con 'la actividad más importante de la escuela elemental':

			

				

				
Las guías didácticas nunca se implementaron. En su libro
Las reformas implementadas en otros países le sirvieron a Labarca de referencia para proponer el diseño de planes de renovación para la educación rural. En Chile, la ausencia de políticas específicas y contextualizadas se advertía fuertemente en el caso de la educación rural y campesina, a pesar de la implementación de la primera gran reforma al sector a inicios de la década de 1930. Esta reforma, que consideró la creación de las primeras escuelas normales rurales, escuelas granjas y escuelas quintas, además del establecimiento de planes de estudio diferenciados para las escuelas primarias, tuvo efectos limitados. Según Labarca, era una ironía pensar que la principal escuela normal rural del país era 'el internado para señoritas que funciona en plena calle Compañía, en el corazón de la capital y que no cuenta ni con media hectárea de terreno para la práctica agrícola'.

			

				

				
Es importante señalar que Labarca no creía que Chile debía copiar lo realizado por otros países. Pero esto no significaba que las autoridades no pudiesen establecer criterios comunes a las sociedades hispanoamericanas. Para Labarca, estas compartían una serie de rasgos que permitía pensar estrategias educativas similares. Un mestizaje étnico y social inconcluso, que derivó en clases sociales heterogéneas diferenciadas en función de matices raciales; escasa población en una excesiva extensión de territorio; miseria profunda de las clases populares; economía de factoría o colonia; y régimen político de pseudo-democracia serían las características comunes a las antiguas colonias españolas. Por otro lado, señalaba Labarca, 'las cuestiones didácticas chilenas son muy similares a las de los países hermanos'

			

				

				

					
De acuerdo con lo señalado por Labarca, algunas naciones americanas constituían ejemplos a seguir. El mejoramiento de las clases populares podía alcanzarse de variadas maneras. Una opción era el 'tratamiento étnico de mezclar las masas de retaguardia con inmigración de países en que los siglos han ido depositando un sedimento de mayor y mayor sabiduría',

			

				

				Labarca,
Para Labarca -así como también para la mayoría de las y los educadores chilenos de vocación ruralista- la reforma a la educación rural en México constituyó una experiencia de referencia, 'un ejemplo inspirador'.

			

				

				
Los aspectos destacados por Labarca estaban acompañados de numerosas críticas respecto a su implementación. La reforma educativa mexicana era atractiva en cuanto a su teoría, pero muchas veces sus resultados eran limitados. De las 17 escuelas normales rurales existentes en 1933, cinco funcionaban en sitios más urbanos que rurales; el alumnado normalista rara vez poseía seis años de educación primaria; las misiones no lograban penetran en las comunidades indígenas y los maestros no contaban con una carrera pedagógica como ocurría en Chile, sino que sus trayectorias quedaban al arbitrio de los vaivenes de la política.

				No obstante lo anterior, el caso mexicano, argumentaba Labarca, constituía 'el ensayo más coherente, claro y decidido que se ha efectuado en los países de América indo-española para sustraer a las masas indígenas y rurales de su rutina indolente de siglos, incorporándolas al discurso progresista de nuestra época, y darles los medios de vaciar su contenido anímico en formas culturales propias'.

			

				

				
Respecto al caso estadounidense, Labarca destacaba la cooperación de particulares para mejorar las condiciones de vida del campesinado. Distintas iniciativas colaboraban en el esfuerzo: los Servicios de Extensión Universitaria, orientados a 'diseminar entre adultos, conocimientos técnicos progresistas e ideales de un más alto nivel de vida'

			

				

				
Mientras más técnica y científica se torna cualquier empresa, con mayor urgencia requiere de elementos humanos cultos, capaces de servirla a conciencia...] El tractor, la máquina, los animales finos que hay que preservar de las enfermedades; los huertos de especies escogidas, exigen algo más que el peón sudoroso y analfabeto [...] Un poco más de veinte años de esfuerzos de la cruzada nacional de enaltecimiento de la vida campesina, han logrado que, en los Estados Unidos, alcance ese bienestar.

			

				

				
Para el caso chileno, Labarca proponía una alternativa que rescataba parte de la experiencia de ambas naciones. Su plan de mejoramiento de las escuelas rurales consideraba la tarea de 'emprender simultáneamente la educación del niño y su familia', con el propósito de 'mejorar sus hábitos de vida'. Para esto, propuso un esquema institucional que combinaba, por un lado, el establecimiento de escuelas primarias campesinas -en donde serían implementadas las guías didácticas-, orientadas a desarrollar en los estudiantes 'su amor a la tierra, inculcar y reforzar todos aquellos intereses y hábitos relacionados con la vida agreste'.

			

				

				
Las misiones serían organizadas por las escuelas normales campesinas. De acuerdo con Labarca, siete escuelas de este tipo se necesitarían a nivel nacional para satisfacer la demanda educativa: una asentada en los desiertos nortinos, otra en los valles transversales, la tercera 'en cualquier hacienda del centro', la cuarta en algún paraje frente al mar. Las demás estarían en zonas cordilleranas y forestales entre Chiloé y Magallanes. A estas escuelas, planteaba Labarca, 'se las dotaría inicialmente solo de aquellos factores que necesiten para su desarrollo':

			

				

				
Labarca sostenía que su propuesta era factible. 'Bien estudiados los presupuestos', señalaba, y haciendo el gobierno un mejor uso de los recursos fiscales, 'podríamos en un par de lustros, terminar con este raquitismo mortal que nos consume'.

			

				

				
Sin embargo, Labarca consideraba que la situación chilena era poco esperanzadora, debido a la inexistencia de un proyecto común entre las clases sociales. En este sentido, creía que una de las principales diferencias respecto al caso estadounidense se encontraba en la escasa colaboración de las clases cultas en las iniciativas de mejoramiento de la vida campesina, predominando el desinterés por transformar el sector agrario:

				Mientras que en casi todos los países que se ocupan del porvenir de su agricultura y del desarrollo de sus fuerzas vitales, se han ideado medios para darle facilidades de progreso, en Chile, esto es absolutamente desconocido. La obra de México, la de Estados Unidos, la de Dinamarca, la de Italia actual, la de Colombia, sin ir más lejos, que ha comenzado sus misiones aldeanas, no merecen de parte de nuestro gobierno atención valiosa.

			

				

				
Labarca advertía sobre los peligros que significaba la indiferencia de la clase dirigente. De no implementar mejoras, los sectores populares amenazarían con la revolución:

				Nuestro pueblo está cansado de esperar. ¿Qué aguardamos? ¿La revolución? Tarde o temprano suena la hora de la violencia, cuando las voluntades no se mueven sin ella. Es un error imaginar que la sumisión, la resignación humilde, el fatalismo son eternos. En toda generación nueva, crepita la llama del descontento. El adulto se resigna. La juventud se subleva siempre. ¿Aplastarla? ¿Amordazar su voz? Podríase reprimirla hasta el momento de la explosión, que será tanto más intensa, cuanto mayor haya sido la coacción anterior. Rápida evolución o trágica revolución. A eso estamos abocados. Creo que aún es tiempo de evolucionar, y hacia ello van encaminadas estas palabras.

			

				

				
De esta manera, Labarca invitaba a las clases dirigentes a pensar la posibilidad de implementar algunas de las acciones propuestas en su plan de mejoramiento de la vida campesina.

				Ninguna de las ideas ruralistas propuestas por Labarca fueron adoptadas en su totalidad por las autoridades educativas. Tanto la historia de la educación como la historia de la cuestión agraria demuestran el poco interés de los terratenientes y de los sectores políticos conservadores por modernizar el campo.

				Después de la publicación del libro, Labarca difundió sus ideas ruralistas en diversos cursos impartidos en universidades en Chile y en el extranjero. Por ejemplo, en 1936 viajó hasta la Universidad de Panamá para impartir el curso
Este trabajo tuvo como propósito analizar el rol jugado por Amanda Labarca en la configuración de una pedagogía ruralista para el sistema educativo chileno, principalmente durante parte de la década de 1930. Es importante señalar que si bien Labarca no tuvo responsabilidades ejecutivas permanentes en esta área, siempre manifestó una especial atención al problema de la educación campesina, lo que era consistente con la perspectiva reformista, civilizatoria e institucional que defendió buena parte de su círculo de referencia, promotor de una perspectiva de nacionalismo cívico que buscaba presentar una alternativa tanto al orden oligárquico en quiebre como también a las propuestas revolucionarias. Para ello, el argumento de una base nacional compartida, que podía buscarse en el pasado lejano (la herencia araucana mitificada, más que el mapuche contemporáneo) y en la tradición histórica y cultural (el campo, la celebración sublimatoria del paisaje patrio), formaban parte del repertorio de elementos cohesionadores que los reformistas de clase media, como Labarca, buscaron difundir e integrar a través de los más diversos medios, de los cuales la educación sería, por supuesto, uno de los principales.

			

				

				

					
En la perspectiva de Labarca era necesario actuar en la promoción de una escuela campesina en la que, en un escenario ideal, 'alumnos y maestros investigarían y descubrirían nuevos métodos de aprovechamiento de los recursos naturales para ponerlos al servicio del bienestar común. Por ejemplo, ¿cómo hilar y tejer la lana de modo que no resulte más cara que la ofrecida industrialmente en el mercado? ¿Cómo fabricar telares que estén al alcance del más pobre?'.

			

				

				Labarca,
Su propuesta sostenía, sobre todo, un enfoque práctico de la enseñanza, que tuviera directa relación con el contexto en que se insertaba. En tal sentido, esta proposición formaba parte de una perspectiva que Labarca sostuvo durante toda su vida y que la aplicó a distintos problemas educativos: una mirada comparativista, dotada de realismo y prudencia y, por ende, ajena de dogmatismo ideológico. Se puede caracterizar el interés de Labarca por otras propuestas de educación campesina como parte de una experiencia de conocimiento guiada por principios epistemológicos sumamente pertinentes: observar y analizar los casos estudiados; adaptar y, sobre todo, no imitar y, por último, ensayar y experimentar, para lograr un engarce adecuado entre propuestas interesantes y atractivas y singularidades del territorio en el cual debieran ser aplicadas.

			

				

				

					
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