Editorial

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En-claves del pensamiento

Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias Sociales



Tras diez años de labor editorial en la que hemos publicado valiosos trabajos procedentes de los diversos ámbitos de las humanidades, nos planteamos que nuestra revista debe seguir siendo este espacio de reflexión donde se piensan y debaten cuestiones que interesan en nuestras disciplinas. Pero, desde ahora, nos esforzaremos en acoger especialmente análisis rigurosos que traten la vulnerabilidad, es decir, la posibilidad siempre presente que como seres humanos tenemos de ser heridos y lastimados. O de herir y lastimar a otros. La vulnerabilidad nos constituye, a nosotros y nuestras precarias y limitadas obras. Un hecho que tiende a ocultarse por toda una atmósfera ideológica, cada día más asfixiante, que nos hace despreciar la fragilidad de los cuerpos. Sin embargo, las sucesivas crisis —económica, política o ética— de nuestros tiempos nos recuerdan, a partir de ese malestar difuso y constante, nuestro ser vulnerable. Quizá desde el inicio —pensemos en las tragedias griegas—, las humanidades han tenido en cuenta nuestra condición precaria, advirtiéndonos de las debilidades de los logros de nuestra especie y señalando las grietas que corroen el pedestal de las estatuas que se han entronizado falsamente como incólumes.

Cuando, hoy día, muchas de las sólidas certezas se derrumban, encontramos que pensar desde la vulnerabilidad que nos caracteriza debería servir para dar a los cuidados, los afectos o la solidaridad el espacio que merecen en la construcción de un mundo menos hostil hacia las debilidades y dependencias que, justamente, nos humanizan: ser humano es ser vulnerable. Los invitamos entonces, a considerar la vulnerabilidad como una categoría ontológica, ética y política que se manifiesta también en la historia, la literatura y las bellas artes. Desde En-claves del pensamiento percibimos la serie de imposiciones de discursos triunfalistas que ensalzan la presunta omnipotencia de las ciencias duras y que, consecuentemente, desprecian y asedian el saber humanístico. Por ello mismo, la tarea de las humanidades es, actualmente, urgente y de gran relevancia. Así, nuestros ámbitos de estudio deberán resistir estas ilusiones que nos hacen olvidar el carácter contingente de nuestras creaciones sociales y la insuperable finitud de la condición humana.





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